Odiamos la Navidad
Seamos sinceros: odiamos la Navidad. Son fechas en las que deseamos ser felices; no, la sociedad nos impone ser felices, pero producen sufrimiento, desazón, y vacío en la boca del estómago. Odiamos a El Almendro porque nos recuerda a los que no están. Odiamos las comedias románticas con su burdo amor inverosímil. Odiamos los regalos por compromiso. Odiamos tener que ver a según quién y escucharle decir según qué. Pero, por encima de todo, nos odiamos a nosotros mismos por atrevernos a disfrutar de una felicidad de la que consideramos que no somos dignos.
Los Trankimazines vuelan en las consultas de atención primaria mientras las botellas de Rioja vuelan de las estanterías del Carrefour. Los sentimientos están a flor de piel. Nos medicamos para deshacer ese nudo en el estómago, comemos para silenciar los remordimientos y bebemos para evitar enfrentarnos al espejo, mirarnos a la cara y preguntarnos ¿qué has hecho este 2022, amigo?
Nos engañamos maldiciendo el paso del tiempo, llorando por los que no están, pero lo que nos desnuda es hacer balance del año, balance de nuestra vida. Newton descubrió el cálculo con 23 años y Einstein la relatividad con 26. Tú tienes 39 y tu máximo logro es tener mil seguidores en Instagram. Eres una persona corriente, nada especial, viviendo el día a día como buenamente puedes, y este año que se acaba es uno más, y el que empieza es uno menos.
No, no. Detente. Eso es lo que te dices a ti mismo, pero no es la realidad. Te quedas en la excusa fácil, en la superficie; te da miedo rascar y llegar hasta el tuétano de tus sentimientos. Te comparas con los demás, pese a saber que es un espejismo, que todo el mundo sufre como tú. Te comparas con los demás para evitar compararte contigo mismo.
Lo que hagan los demás nos importa poco, pero lo que hemos dejado de hacer nosotros nos importa mucho. Ese es el auténtico dolor. El sufrimiento emana de imaginar lo que podría haber sido y no fue, de sentir que el universo nos arrebata ese caramelo que, en realidad, nunca fue nuestro, no nos merecimos. Odias a la Navidad porque es más cómodo, más chic que odiarte a ti mismo. Porque te abre en canal frente a tu mayor crítico: tú.
¿Qué has hecho este 2022, amigo?
Maldecimos el calendario, el paso del tiempo, pero es lo único que nos hace progresar como sociedad. Cada vez que nace un nuevo gatito o brota una nueva plantita empiezan de cero. Para ese individuo tanto podría ser el año 2023 como el veinte mil antes de Cristo. El único progreso accesible a todo ser vivo es mediante la lenta evolución. La existencia sin calendario es la existencia de Sísifo.
El uno de enero es una gran herramienta: nos obliga a evaluar el año que pasa y, a la vez, nos libera para hacer tábula rasa para el siguiente. Ambas propiedades son igual de importantes y necesarias. Sólo podemos encarar el año nuevo con ilusión si logramos liberar a nuestros fantasmas del pasado, perdonarnos, ser perdonados. Fíjate si este concepto tan simple llega a ser importante que las religiones lo entendieron perfectamente y se apropiaron de los solsticios y equinoccios según la conveniencia de tal o cual profeta, asociando el año nuevo a esperanza y salvación.
Sólo hay una forma de que la Navidad vuelva a recuperar esa felicidad infantil, sincera, idealista, mágica. Consiste en que cada uno de enero, cuando pases cuentas contigo mismo, te salga el balance a cobrar. Para ello debes jugar al juego de la vida obsesivamente, acuciadamente, sin tregua, con la máxima diligencia, tratando a tu yo futuro como la persona más importante en tu vida, tu acreedor principal, tu auditor, tu evaluador.
En una vida plena el paso del tiempo, las fechas señaladas, nunca son dolorosas. Abraza el uno de enero y aprecia cada año que se pone a tu disposición. No te diré que vivas cada día como si fuera el último, no soy de proclamas fáciles. Carpe diem está muy bien, pero lo que yo te propongo es planificar, degustar el viaje, diseñar tu vida. En definitiva, hacer el dificilísimo ejercicio de mirarte a la cara con determinación y acordar una hoja de ruta con tu yo futuro que maximice tu felicidad y minimice el remordimiento. Renuncia a vivir en piloto automático.
Abre las ventanas, airea las sábanas y permítete ser feliz. Empieza a trabajar para tu "yo" del 2024. Me da igual cómo lo hagas, si es con una lista de propósitos que guardas en esa cajita de tu mesilla de noche, tecleando una serie de entradas en tus tareas del móvil, abriéndote paso entre los niños para entregar tu carta a los Reyes Magos el día cinco, haciendo una promesa ebria a tu mejor amigo. La felicidad, la satisfacción, la serenidad únicamente vienen de dentro. La forma de conseguirlo es fijándonos metas y luchando por ellas, aunque no las cumplamos, porque gracias a un mágico azar del destino, para ser feliz contigo mismo es suficiente con haberlo intentado.
¿Qué quieres conseguir este 2023, amigo?