Te pasas el día estresado porque tienes mil cosas que hacer. Te obsesionas por acabar cada tarea, cada interacción, cada instante lo más rápidamente posible, porque tu cerebro ya está pensando en lo siguiente y lo de más allá. Desde que te levantas hasta que te acuestas estás haciendo cosas sin parar, enlazando una con otra, completando entradas de una lista como el que enciende un cigarrillo con la colilla del anterior. Cada cosa que acabas te genera tres nuevas, y prácticamente no te da tiempo ni de apuntarlas para después. Cuando, al fin, te metes en la cama, tu mente sólo puede pensar en lo que vendrá mañana.
Dice el tenista Tomàs Carbonell que lo que desea todo ser humano es que cuando uno se va a dormir su cabeza deje de rugir. Tú deseas lo mismo, y para apagar este rugido se te presentan dos opciones: calmar a la bestia o taparla con una distracción mayor. Como es imposible frenar un tren de mercancías cuando va a cien kilómetros por hora tú sacas el móvil, dispuesto a ahogar el ruido de tus pensamientos con dopamina de baja calidad hasta que tu cerebro caiga rendido, saturado de estímulos, y no te quede más remedio que dormir.
Un día te propones leer novelas para desengancharte de las pantallas y evadirte de la realidad; sabia elección. Por desgracia, descubres que eres incapaz de obtener placer de la lectura. No estás leyendo: únicamente ansías llegar al final de la página para poder pasar a la siguiente, y a la siguiente; acabar el libro para empezar otro.
Te pasa igual con la comida, los viajes, los amigos. Has perdido la capacidad de disfrutar. Tu cerebro se ha convertido en una barra de progreso. Lamentablemente, el anhelado 100% nunca llega; de hecho, cada vez lo tienes más lejos. Descubres que eres un drogadicto, y tu droga es ponerte trabajo y completarlo.
No sabes vivir en el presente, sólo en el futuro. El presente es una incomodidad necesaria que debes dejar atrás cuanto antes para llegar a ese futuro prometido donde tu vida será diferente, una vida mágica en la que ya has alcanzado tu objetivo y puedes al fin descansar. Como todo yonki persigues a tu dragón, ese momento de paz idílica. Evidentemente, ese reposo nunca llega porque nunca ha existido, tan sólo en tu imaginación. Crees que la forma de lograr el descanso futuro es mediante el trabajo presente, pero estás equivocado. La paz futura no es real. Sólo existe la paz presente.
Voy a quitarte un peso de encima: no es culpa tuya, eres un producto de las circunstancias. Tu abuelo llegaba a casa después de trabajar y no tenía otra cosa que hacer que sentarse en una silla. Hablaba con la familia, escuchaba la radio, leía, salía a tomar el fresco de la calle, se iba al café. Tenía momentos de sobra para no hacer nada, para reflexionar, para aburrirse. Estaba obligado a pasar tiempo consigo mismo, y estos momentos le permitían afrontar sus problemas con frecuencia, resolverlos mientras aún eran pequeños.
No quiero minusvalorar todas las vicisitudes por las que pasaron nuestros antepasados. Sí, nosotros vivimos "mejor". Pero déjame que me centre en un único argumento, que si no descarrilaremos. Lo que quiero transmitirte es que tu abuelo vivía acorde con la naturaleza animal, que es la de estar ocioso durante una buena parte del día. Si a ti te dejaran diez minutos sentado en una silla, sin estímulos, enfrentándote a ti mismo, te faltaría el aire.
¿Qué pasó en los últimos cincuenta años? Nuestros padres, los hijos de estos abuelos, nos educaron para vincular el aburrimiento y la ociosidad con algo malo. Creo que lo hicieron con todo el cariño porque creían que si estábamos más preparados tendríamos un futuro mejor. Pero pasó lo contrario: en un mundo donde todos estamos preparados técnicamente para resolver tareas, los ociosos, los que tienen tiempo para reflexionar y sosegar el alma, son los que tienen un futuro mejor.
Y es que la aparición de la tragaperras de bolsillo y la cultura del grind o machacar sin descanso lo desbarató todo. Tu cerebro se ha reprogramado para recompensarte cuando cumples una tarea y penalizarte cuando no haces nada. Tu educación te empuja a estar ocupado, tu biología quiere recompensas rápidas, la tecnología te lo permite, y tu incapacidad para estar ocioso genera grandes beneficios para el IBEX.
Afortunadamente esta adicción tiene cura. Por desgracia, la cura consiste en tocar fondo. Todas las entrevistas a personas de éxito repiten lo mismo: alcanzar la gloria produce la máxima decepción. Tú buscas un futuro mágico, pero cuando llega descubres, sorprendido, que lograr la meta no hace que automáticamente tu cabeza deje de rugir, y entonces te hundes. Expuesto frente a ti mismo entiendes que tu propósito no era la cima del Everest; tu propósito era escalar obsesivamente, y una vez has logrado el reto máximo, ya no te queda nada. Quieres más, pero no hay más. Tu vida deja de tener sentido.
¿Es posible resetear tu cerebro a los ajustes de fábrica, a la configuración biológica por defecto? Sí, pero tendrás que dedicarle esfuerzo. Lo primero es dejar de medir tu éxito según la cantidad de tareas que haces y empieza a valorar la calidad. Cada vez que estés haciendo algo debes de pensar que nada más en el mundo importa; dedícale toda tu atención, tu consciencia, tu ser. Deléitate con cada acción, con cada interacción. No desees que acabe, desea que dure para siempre. Cambia la prisa por la pausa. La forma de conseguirlo es confiando en ti mismo, en tu capacidad de ejecución futura. No cargues toda la responsabilidad en el "yo" presente, deja algo para después.
Oblígate a hacer menos tareas. Asume la derrota frente a este mundo de infinitas oportunidades y libérate. ¡Hay tantas cosas que nunca podrás hacer! ¿Qué importa una más? Dices "sí" a todo porque la alternativa es sentarte en la silla de tu abuelo y enfrentarte a tu vida. Empieza a decir "no" a ti mismo. Renuncia a la barra de progreso que representa el futuro y empieza a vivir el viaje, que sólo existe en el presente.
Este cambio de mentalidad que te propongo es muy duro porque implica desistir del éxito, de la victoria. Sin embargo, debes entender que, en verdad, ésta nunca llega. Para liberar a tu yo del futuro debes dejar de ser el esclavo de tu yo del pasado, y esto requiere asumir un coste hundido brutal. No es fácil perdonarse a uno mismo cuando tu pecado es haber vivido erróneamente durante muchos años. Muchos delegan el perdón a un chamán, un psicólogo, un amigo, el dinero, una newsletter. Pero te aseguro que, para que funcione de verdad, el ego te absolvo debe de salir de tus propios labios mientras te miras al espejo.
Te invito a que empieces a trabajar para tu felicidad, para tu dopamina, a fuego lento. Si quieres eslóganes simplistas, cómodos, simpáticos, con muchos retuits, la puerta está abierta. La tragaperras y el IBEX te estarán esperando, encantados de que vuelvas.
Qué grandes palabaras. Pienso mucho en esto cuando me fijo en mi hijo de un año y veo como se centra únicamente en disfrutar el presente. Nosotros no terminamos de estar al 100% en una única cosa. Siempre corriendo para ir a por la siguiente tarea sin vivir el presente.
En fin, cuánta razón tienes.
Encontré tu libro la semana pasada en Fnac y tirando del hilo me ha llevado hasta aquí. Me flipan las reflexiones que haces con la actualidad y cómo las conectas con el pasado.
Respecto al tema que comentas, yo hace tiempo que he puesto medidas:
quitar Instagram, quitar notificaciones, reducir uso de rrss, reducir tiempo de pantalla.
Y aún así siento que vivimos en un mundo muy complejo.
"no es culpa tuya, eres un producto de las circunstancias"
Gracias por al menos reconocer que en parte el problema recae en cómo se estan diseñando estos productos. Tenemos miles de empresas tech luchando por nuestra atención y retención, estudiando los sistemas de recompensa más primitivos para mantenernos adictos y sonámbulos.
Viendo como las tech han diseñado las redes sociales actuales me cuesta creer que con productos bastante más complejos como la IA generativa vayan a mejorar la situación a nivel general.
De nuevo, mil gracias por tus aportaciones, con ganas de leer tu nuevo libro y reflexionar sobre a dónde nos lleva todo esto.